PREGÚNTALE AL NIÑO SI AUN VIVE…
- Antonio Guzmán
- 30 nov 2016
- 3 Min. de lectura

El silencio era arrastrado por la duda y atravesaba sin permiso las cabezas de los que la rodeábamos. Mientras tanto, la situación hilaba nuestras mentes en torno a la verdad de lo que un día fue… ¿Dolorosa? Quien sabe.
Todos los privilegiados allí presentes no la repudiábamos. Es mas, hicimos nuestra esa curiosidad que se acunaba en la pregunta que se le formuló a la hipnotizada, la cual se encontraba sumida en un “exquisito” estado disociado de conciencia, inducida por la hipnosis.
Todos los demás la flanqueábamos rodeando aquel cascote de unos mil kilos de peso, que centraba las miradas dentro de aquella galería subterránea de la de la cueva del Morabito.
Espoleados por el desconocimiento dimos un paso al frente para apiñarnos aun más, a la espera de que la respuesta muriera desde el acantilado de sus labios para poder saltar sobre ella.
Todo un acto de deshonor por nuestra parte, donde dejaríamos que se esfumara nuestra actitud más humana, para dar paso al buitre que todos llevamos dentro. Pero no me avergüenzo queridos amigos, pues esta es una verdad que celosamente y desde décadas, llevaban susurrándole las paredes de esa claustrofóbica cueva a un silencio que además se torna sordo.
Las miradas se clavaban en las sienes de la hipnotizada, pero era nuestra impaciencia la que la obligó desde dentro, a girar la cabeza hacia su izquierda, allí donde la impregnación del lugar, había dibujado la silueta de un niño de unos cinco años de aspecto descuidado que solo ella puede ver…
Sus cuerdas vocales comenzaron a agitarse, mientras nuestra ansia se iba frotando nerviosamente las manos. Un redoble de palpitaciones dio paso a un silencio luctuoso pero necesario y la pregunta saltó tímida desde su ser:…
-¿Estás vivo? -le preguntó al vacío mas absoluto donde la oscuridad se comprometía con el medio que nos envolvía.
La respuesta se tornó muda y fue el desaliento el que esculpió frente a ella una imagen.
Por desgracia no fue la imagen que uno espera encontrar cuando mira a un niño de cinco años. Pues lo que vio en su lugar, aterró a sus sentidos y los obligó a arrellanarse al abrigo de sus pliegues mentales. Esa visión resaltó de un brochazo el negro de sus ojeras.
- Urghhhh. –exclamó, mientras sus manos saltaron como un resorte hacia sus ojos y los frotó tratando de borrar la visión (aunque para ello tendría que hurgar en su mente, pues es allí donde la apesadumbraba).
Bajo sus manos, el riego sanguíneo la abandonaba y palidecía su tez en la huida. Y al quitar las manos…, una mueca de horror sustituía el relajado rostro anterior a la sesión de hipnosis.
-¡Stop!
El hipnotizador dio por concluida la sesión al comprender que la situación le estaba arrebatando el juicio a la hipnotizada y seguidamente nos aclaró:
-Normalmente en estado de hipnosis cuando se le presenta a alguien esta situación, siempre ocurre lo mismo… cuando se le pregunta a una energía si esta viva, lo que muestra… lo que muestra es la imagen de cuando murió... ¿Has visto eso? -le preguntó a ella.
Y ella que aun reptaba mentalmente tratando de huir de aquella visión fangosa que salseaba el horror, respondió:
-De pronto lo he visto negro…
¿Negro,… muerto,…? Momificado.
Tuvo que ser ese. Y ese fue el tétrico desenlace de la historia que nos relató nuestro compañero e historiador Fernando Villa. La historia contaba que hacia décadas, unos niños desaparecieron en las Cuevas de la Batida.
La suerte que aquellos chiquillos corrieron, se buscó en los registros de la ciudad de Carmona, en las esquelas y noticias de los periódicos de la época, en los recuerdos de los vecinos del lugar y en un largo etcétera de documentos, pero todos padecían una angustiosa amnesia sobre el desenlace de aquella dolorosa historia.
Sin embargo y gracias a la insistencia de un equipo humano que no se rinde ante el silencio del olvido, hallamos la verdad en la regresión de una de nuestras compañeras.
Sumamos un enclave, conocimientos, ansias de verdad y una sesión de hipnosis bien dirigida, para hallar el desenlace de una historia que comenzó hace años y cuyo final jamás fue contado, hasta el día de hoy.
No hace falta decir que en la visón, quedó patente que aquellos niños nunca aparecieron, y que probablemente sus espíritus atrapados estén buscando esa salida que el destino les ocultara eternamente bajo el peso de una promesa que ejerce de profesión.
Por nuestra parte, nos comprometemos a volver para desenterrar otro fragmento de aquella historia amarga donde la desazón ocupa el lugar del azúcar que han de saborear unos niños a la hora de jugar al escondite.
Ya de vuelta a los coches, me giré para fotografiar la luna y esta delataba una lagrima negra en su rostro… ¿Nos espiaría esa noche desde su balcón en el cielo?
Comments