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EL VALS DE LAS VARILLAS

  • Antonio Guzmán
  • 27 nov 2016
  • 2 Min. de lectura

Comúnmente, las conversaciones más interesantes a lo largo de la historia, se fraguaron alrededor de una buena fogata en esas noches donde los alargados tentáculos de las sombras ganaban el cielo y lo bañaban con su tenue negrura.

Nosotros en cambio, como gente atrevida que somos, decidimos apartar el fuego de esa ecuación que sabemos que funciona y en su lugar, colocamos un par de varillas de cobre. Por que hay veces que lo comúnmente perfecto se puede mejorar y esta fue una de esas veces.

Allí quedó patente que dos “simples” varillas de cobre firmemente sujetadas por las manos adecuadas, son capaces de aportar calor físico a los que las rodean. Pero además de eso, tienen la habilidad (y es aquí donde se halla la mayor de mis sorpresas) de abrigar y mascar las inquietudes de los que las rodean y escupir a través de sus giros mareantes las respuestas mudas de los que ya no se codean con nosotros, al menos en nuestro plano temporal.

No… no han leído mal. Esas varillas tienen la facultad de ponerle voz a unas gargantas secas que hace mucho dejaron de quejarse, como un grito en un medio que yace apagado, sordo, sin vida,… Unas varillas que parecen haber sido diseñadas en ese abismo mental, donde el vértigo hace temblar los principios del más osado de los nigromantes.

Pero no se sorprendan aun, por que hay más. Pues también se comportan como esa mirada que delata una posición oculta en la oscuridad.

¿No lo entienden…? Es muy sencillo… Formulas una pregunta en tu mente y la expulsas.


-¿Dónde se encuentra Carmen? Es entonces cuando el lugar que nos rodea, las varillas y la persona que las porta, se sintonizan dentro de una misma frecuencia para que las puntas de las mismas señalen la posición exacta de Carmen. ¡Y ojo! A las varillas les da igual que sea una persona, animal o cosa,… pues nada escapa a su percepción. Es mas, no le importa si físicamente Carmen ya no camina entre nosotros, pues es su alma la que se delata ante las puntas de las varillas.

Lo cierto es que nadie nos dijo que el hipnotizador baile de unas varillas desestructurarían el raciocinio de una mente que creía bastante abierta… la mía.

Se ve que toca volver a construir el puzzle de la desarmada lógica de mi cabeza, sin olvidar esas dos piezas en forma de varillas que se han sumado a nuestra colección.

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